GLOSARIO
El
hombre que . . . cerró la puerta de la filosofía a la razón, fue Immanuel Kant.
. . .
El objetivo explícito de
Kant fue rescatar la moralidad de la auto-abnegación y el auto-sacrificio. Él
sabía que esa moralidad no sobreviviría sin una base mística – y que de lo que había
que rescatarla era de la razón.
La
parte que le corresponde a Atila en el universo de Kant incluye este mundo, la
realidad física, los sentidos del hombre, las percepciones, la razón y la
ciencia, todo ello denominado el mundo "fenomenal". La parte que le corresponde
al Hechicero es otra realidad, una realidad "superior", denominada el mundo
"noumenal", y una manifestación especial denominada el "imperativo categórico",
que le dicta al hombre las reglas de la moralidad, y que se da a conocer a
través de una emoción, de un sentimiento
especial del deber. [Ver explicación sobre los conceptos de Atila y el Hechicero]
El
mundo "fenomenal", dijo Kant, no es real: la realidad, como la percibe la mente
del hombre, es una distorsión. El mecanismo de distorsión es la facultad
conceptual del hombre: los conceptos básicos del hombre (como tiempo, espacio,
existencia) no se derivan de la experiencia de la realidad, sino que proceden de
un sistema automático de filtros en su consciencia (denominados "categorías" y
"formas de percepción") que le imponen su propio diseño a la percepción que
tiene el hombre del mundo exterior, haciendo que el hombre sea incapaz de percibir
ese mundo exterior de forma diferente a como de hecho lo percibe. Esto demuestra,
dice Kant, que los conceptos del hombre son sólo un espejismo, y además un
espejismo colectivo, del cual nadie
tiene el poder de escapar. Por lo tanto, la razón y la ciencia son "limitadas",
dijo Kant; son válidas mientras traten con este mundo, con un espejismo colectivo,
permanente y predeterminado (y así es como el criterio para validar la razón fue
cambiado de lo objetivo a lo colectivo), pero son impotentes para tratar
con los asuntos fundamentales y metafísicos de la existencia, que pertenecen al
mundo "noumenal". El mundo "noumenal" es incognoscible; es el mundo de la realidad
"verdadera", de la verdad "superior", y de las "cosas en sí mismas" o las "cosas
como son" – lo que quiere decir: las cosas como no son percibidas por el hombre.
Incluso
ignorando el hecho de la invención absurda que es la teoría de Kant sobre las
"categorías" como fuente de los conceptos del hombre, su argumento equivale a
una negación, no sólo a la negación de la consciencia del hombre, sino de cualquier consciencia,
de la consciencia como tal. Su argumento, en esencia, es el siguiente: el
hombre está limitado a un tipo de consciencia
de una naturaleza específica que percibe a través de ciertos medios y no de otros;
por lo tanto, su consciencia no es válida; el hombre está ciego, porque tiene
ojos; sordo, porque tiene oídos; eludido, porque tiene mente; y las cosas que
percibe no existen, porque las
percibe.
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El
motivo a todos los ataques sobre la facultad racional del hombre – desde cualquier
ángulo, en cualquiera de sus infinitas variaciones, debajo del polvo verbal de
todos los tétricos volúmenes – es una única y oculta premisa: el deseo de excluir
a la consciencia de la ley de la identidad. El distintivo de un místico es el
negarse de forma obstinada y salvaje a aceptar el hecho de que la consciencia,
como cualquier otra cosa que existe, posee identidad, que es una facultad que
tiene una naturaleza específica, que funciona por medios específicos. Mientras
que el avance de la civilización ha ido eliminando un área de magia tras otra,
el último reducto de los creyentes en lo milagroso consiste en sus frenéticos
intentos de considerar a la identidad
como el elemento que invalida la consciencia .
La
premisa implícita, pero no admitida, de los neomísticos de la filosofía
moderna, es la noción de que sólo una consciencia inefable puede adquirir un
conocimiento válido de la realidad, que el "verdadero" conocimiento tiene que
carecer de causa, o sea, tiene que ser adquirido sin ningún medio de
conocimiento.
Todo
el montaje del sistema de Kant, como si fuera un hipopótamo haciendo la danza
del vientre, va dando sus volteos mientras se apoya en un solo punto: que el
conocimiento del hombre no es válido porque su consciencia posee identidad. . .
.
Esto
es una negación, no sólo de la consciencia del hombre, sino de cualquier consciencia,
de la consciencia como tal, sea de un hombre, de un insecto o de Dios. (Si uno
supusiera la existencia de Dios, la negación también se aplicaría: o Dios no
percibe a través de ningún medio – en cuyo caso no posee identidad – o percibe
por algún medio divino y no por otros – en cuyo caso su percepción no es válida).
De la misma forma que Berkeley negó la existencia al proclamar que "ser, es ser
percibido", Kant niega la consciencia al implicar que ser percibido es no ser.
. . .
Desde
el misticismo primordial a esto, a su climax, el ataque sobre la consciencia del
hombre y especialmente sobre su facultad conceptual ha descansado en la premisa
no refutada de que cualquier conocimiento adquirido por un proceso de consciencia es necesariamente subjetivo y no puede
corresponder a los hechos de la realidad, puesto que es "conocimiento procesado".
No
nos dejemos engañar sobre el verdadero significado de esa premisa: es una
afrenta, no sólo contra ser consciente, sino contra estar vivo – puesto que, de
hecho, en la realidad, en la tierra, cada aspecto de estar vivo implica un
proceso de acción auto-sostenible y auto-generada. (Este es un ejemplo del
hecho de que la afrenta contra la identidad es una afrenta contra la existencia.
"El deseo de no ser nada es el deseo de no ser". La Rebelión de Atlas).
Todo
conocimiento es conocimiento procesado – ya sea a nivel sensorial, perceptual o
conceptual. Un conocimiento "no procesado" sería un conocimiento adquirido sin
medios cognitivos. La consciencia . . . no es un estado pasivo, sino un proceso
activo. Y lo que es más: la satisfacción de cada necesidad de un organismo vivo
requiere un acto de procesamiento por
parte de ese organismo, ya sea la necesidad de aire, de alimento, o de
conocimiento.
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Llamarlo
un "hombre de paja" sería una extraña metáfora para referirnos al enorme, engorroso
y pesado montaje que es el sistema epistemológico de Kant. Sin embargo, un hombre
de paja es lo que es – y las dudas, la incertidumbre, el escepticismo que sobrevino,
el escepticismo sobre la capacidad del hombre de conocer cualquier cosa, no
eran, de hecho, aplicables a la consciencia humana, porque no era una consciencia
humana lo que el robot de Kant representaba. Pero los filósofos lo aceptaron
como tal. Y mientras clamaban que la razón había sido invalidada, no se dieron
cuenta que la razón había sido expulsada completamente de la escena filosófica,
y que la facultad sobre la que estaban discutiendo no era la razón.
No,
Kant no destruyó la razón; simplemente se dedicó a minarla de la forma más
minuciosa que cualquiera podría haber hecho.
Si
buscas las raíces de todas las filosofías actuales – como el pragmatismo, el
positivismo lógico, y todos los demás neo-místicos que anuncian alegremente que
tú no puedes probar que existes – descubrirás que todas ellas surgieron de
Kant.
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Uno
de los mayores objetivos de Kant fue rescatar a la religión (incluyendo la
esencia de la moralidad religiosa) de los violentos ataques de la ciencia. Su
sistema representa un esfuerzo masivo por elevar de nuevo los principios del
platonismo (de forma un poco diferente), a la posición de máxima autoridad en la
cultura Occidental.
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Platón
era más que un platonista; a pesar de su misticismo, era también un griego pagano.
Como tal, exhibía un cierto respeto por la razón, un sincero respeto que estaba
implícito en la filosofía griega, independientemente de lo explícitamente irracional
que fuese. El misticismo kantiano, sin embargo, no sufre de tales restricciones
paganas. Fluye hacia delante triunfalmente, barriendo la postrada mente humana que
yace delante de él. Como el hombre nunca puede escapar de los agentes distorsionadores
inherentes en la estructura de su consciencia, dice Kant, "las cosas en sí
mismas" son en principio imposibles de conocer. La razón es impotente para
descubrir cualquier cosa sobre la realidad; si lo intenta, sólo conseguirá
atascarse en contradicciones impenetrables. La lógica es meramente un aparato
humano subjetivo, sin referencia a la realidad y sin base en ella. La ciencia, aunque
útil como medio para ordenar los datos del mundo de las apariencias, está
limitada a describir un mundo superficial que es creación del propio hombre, y
que no dice nada sobre cómo las cosas realmente son.
¿Deben
entonces los hombres resignarse a un escepticismo total? No, dice Kant, hay un
medio de perforar la barrera entre el hombre y la existencia. Como a la razón, a
la lógica y la ciencia se les niega el acceso a la realidad, la puerta queda
ahora abierta para que los hombres aborden la realidad con un método diferente,
un método no racional. La puerta queda
ahora abierta para la fe. Siguiendo
la pista de sus propias necesidades, los hombres están justificados en creer (por ejemplo, en Dios o en la otra
vida), aunque no puedan demostrar la verdad de sus creencias. . . . "Por lo
tanto", escribe Kant, "he considerado necesario negar el conocimiento, para poder hacerle sitio a la fe".
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Hay
dos tipos diferentes de subjetivismo, que se distinguen por cómo responden a la
pregunta: ¿ de quién es la consciencia
que crea la realidad? Kant rechazó el más antiguo de ellos, que era la idea de
que los sentimientos de cada hombre crean un universo privado para él. En vez
de eso, Kant lanzó la era del subjetivismo social
– la idea de que no es la consciencia de los individuos, sino de los grupos, lo que crea la realidad. En el
sistema de Kant, la humanidad como un todo es el grupo decisivo; lo que crea el
mundo fenomenal no son las idiosincrasias de individuos específicos, sino la
estructura mental común a todos los hombres.
Filósofos
posteriores aceptaron esencialmente el enfoque de Kant, pero lo llevaron un
paso más adelante. Si, muchos argumentaron, la estructura de la mente es un
dato bruto, que no puede ser explicado – como Kant había dicho – entonces no
hay razón para que todos los hombres deban tener la misma estructura mental. No
hay razón para que la humanidad no deba ser fragmentada en grupos que compitan entre sí, cada uno de ellos definido
por su propio tipo de consciencia distintiva, cada uno luchando con los otros
para capturar y controlar la realidad.
El
primer movimiento a nivel mundial que pluralizó así la posición kantiana fue el
marxismo, que propuso un subjetivismo social en términos de clases económicas compitiendo
entre sí. En este tema, como en muchos otros, los nazis siguen los pasos de los
marxistas, pero sustituyendo raza por clase.
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El
ego del hombre, afirma Kant, como todo lo demás, es parte de la realidad – él,
también, es algo en sí mismo – y si la realidad no es conocible, tampoco lo es el ego del hombre. El hombre, concluye
Kant, es capaz de conocer sólo su ego fenomenal, su ego como le aparece a él
mismo (por introspección); él no puede conocer su ego noumenal, su "ego como es
en sí mismo". El hombre es, por lo tanto, una criatura en un conflicto
metafísico. Es, por decirlo de alguna manera, un bípedo metafísico, con un pie (irreal)
en el mundo fenomenal y otro pie (incognoscible) en el mundo noumenal.
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Kant
inventó la técnica necesaria para venderles nociones irracionales a los hombres
de una época escéptica y cínica, quienes habían oficialmente rechazado el
misticismo sin haber llegado a entender los rudimentos de la racionalidad. La
técnica es la siguiente: si quieres propagar una idea escandalosamente malvada
(basada en doctrinas aceptadas tradicionalmente), tu conclusión debe ser
descaradamente clara, pero tus pruebas debe ser ininteligibles. Tus pruebas
deben ser un cajón desastre tan enredado que paralizarán la facultad crítica
del lector – un desastre de evasiones, equívocos, ofuscaciones,
circunlocuciones, falacias, frases interminables que no conducen a nada,
asuntos secundarios irrelevantes, cláusulas, sub-cláusulas y sub-sub-cláusulas,
una prueba meticulosamente larga de lo obvio, y grandes cachos de arbitrariedad
incluídos como referencias obvias y eruditas a las ciencias, a las pseudo-ciencias,
a las ciencias que jamás lo serán, a lo que no deja rastro y a lo indemostrable
– todo esto apoyándose en un cero: la ausencia
de definiciones.Ofrezco como
evidencia la "Crítica de la Razón Pura".
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Si
"genio" denota una habilidad extraordinaria, entonces Kant puede ser llamado un
genio por su capacidad de percibir, aprovechar y perpetuar los temores, la
irracionalidad y, sobre todo, la ignorancia humana. Su influencia se apoya, no
en factores filosóficos, sino en factores psicológicos.
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La
filosofía de Kant es una racionalización sistemática de cada uno de los principales
vicios psicológicos. La inferioridad metafísica de este mundo (como un mundo
"fenomenal" de meras "apariencias"), es una racionalización del odio por la
realidad. La noción de que la razón es incapaz de percibir la realidad y trata
sólo con "apariencias", es una racionalización del odio por la razón; también
es una racionalización de un tipo de igualitarismo epistemológico que reduce la
razón al nivel de divagaciones inútiles de soñadores "idealistas". La superioridad
metafísica del mundo "noumenal" es una racionalización de la supremacía de las
emociones, a las que así se les da el poder de conocer lo incognoscible por
medios inefables.
La
queja de que el hombre puede percibir las cosas sólo a través de su propia
consciencia y no a través de ningún otro tipo de consciencia, es una
racionalización del tipo más profundo de parasitismo que alguien jamás haya
confesado por escrito: es el gemido de un hombre torturado por la perpetua preocupación
por lo que otros piensen, y por su incapacidad de decidir a quién debería amoldarse.
El deseo de percibir "las cosas en sí mismas", sin haber sido procesadas por ninguna
consciencia, es una racionalización del deseo de evitar el esfuerzo y la responsabilidad
de la cognición – por medio de la omnisciencia automática que un adorador de caprichos
le atribuye a sus emociones. El imperativo moral del deber de sacrificarse uno
mismo al deber, un sacrificio sin beneficiarios, es una burda racionalización de
la imagen (y el alma) de un monje austero y ascético que te guiña el ojo con un
placer obscenamente sádico: el placer de destruir el espíritu del hombre, su
ambición, su éxito, su autoestima y su disfrute de la vida en la tierra. Et cétera.
Estas son sólo algunas de las cosas más relevantes.
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"Brief Summary," The
Objectivist, Sept. 1971, 4.
"For the New Intellectual,"
For the New Intellectual, 30.
Introduction to Objectivist Epistemology, 106.
"Faith and Force: The
Destroyers of the Modern World,"
Philosophy: Who Needs It, 64.
Leonard Peikoff, The Ominous Parallels, 31-32, 63, 77
"An Untitled Letter,"
Philosophy: Who Needs It, 116.
"Causality Versus Duty,"
Philosophy: Who Needs It, 98.
"Philosophical Detection,"
Philosophy: Who Needs It, 19.
En cada aspecto fundamental, la filosofía de Kant es exactamente lo opuesto a Objetivismo.