GLOSARIO
"For the New Intellectual,"
For the New
Intellectual, 32.
"Causality Versus Duty," Philosophy: Who Needs
It, 96, 97, 98
Leonard Peikoff, The Ominous Parallels, 75, 78, 82, 83
Galt's Speech, For the New
Intellectual, 140.
"Brief Summary," The Objectivist, Sept. 1971, 4.
La versión de Kant de la moralidad puede haber sido adecuada para el tipo de
zombies que habitarían ese tipo de universo kantiano, y consiste en un total y
abnegado desprendimiento. Una acción es moral, según Kant, sólo si uno no tiene
el deseo de llevarla a cabo, sino que la hace por un sentido del deber y no recibe por ella beneficio de
ningún tipo, ni material ni espiritual; un beneficio destruiría el valor moral
de una acción. (Así, si uno no tiene el deseo de ser malo, uno no puede ser
bueno; si lo tiene, puede.)
Los
que acepten cualquier parte de la filosofía de Kant – metafísica,
epistemológica o moral – se lo merecen.
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El
archi-abogado del "deber" es Immanuel Kant; él lo llevó a tal extremo que otros
filósofos teóricos parecen inocentemente benévolos a su lado. "El deber", Kant
afirma, es el único criterio de virtud; pero la virtud no es su propia
recompensa: si hay una recompensa involucrada, deja de ser virtud. La única
motivación moral, afirma, es la devoción al deber por el deber; sólo una acción
motivada exclusivamente por tal devoción es una acción moral (es decir, una
acción realizada sin ningún atisbo de deseo o interés propio).
"Es
un deber preservar la propia vida, y además, cada uno tiene una tendencia
directa a hacerlo. Pero por esa razón, la escrupulosidad con frecuencia ansiosa
con que la mayoría de los hombres se ocupan de eso no tiene valor intrínseco, y
el precepto de hacerlo no tiene ningún valor moral. Ellos conservan su vida de
acuerdo con el deber, pero no por el deber. Pero si adversidades y tristezas desesperadas
les quitan completamente el placer de vivir, si un hombre desafortunado, fuerte
de alma, se indigna en vez de desesperarse o desalentarse por su destino y
desea la muerte, y sin embargo preserva su vida sin amarla, no por inclinación o miedo, sino por deber – entonces
su percepto tiene valor moral" (Immanuel Kant, Fundamentos de la Metafísica de
la Moralidad, ed. R.P. Wolff, New York, Bobbs-Merrill, 1969, páginas 16-17).
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Su
visión de la moralidad es propagada por hombres que nunca han oído hablar de él
– él simplemente les proporcionó un prestigio formal, académico. Un sentido
kantiano del "deber" es inculcado por lo padres cada vez que dicen que un niño debe hacer algo porque debe. Un niño educado bajo el constante martilleo
de "deberes" sin causa, arbitrarios, contradictorios e inexplicables, pierde (o
nunca la adquiere) la capacidad de entender la diferencia entre necesidad
realista y caprichos humanos – y se pasa la vida en abnegación, obedientemente
haciéndole caso a los caprichos y desafiando a la necesidad realista. En el
sentido más profundo del término, crece sin llegar a comprender claramente la
realidad.
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En
una teoría deontológica [centrada en el deber], todos los deseos personales son
eliminados del ámbito de la moralidad; un deseo personal no tiene ningún
sentido moral, da igual que sea el deseo de crear como el deseo de matar. Por
ejemplo, si un hombre no está manteniendo su vida por deber, esa moralidad no distingue
entre si la está manteniendo a través de un trabajo honesto o a través del robo.
Si un hombre quiere ser honrado no se
merece ningún crédito moral; como diría Kant, esa honestidad es "digna de
alabanza", pero no tiene "valor moral". Sólo un reprimido malvado, que sienta
un profundo deseo de mentir, de engañar y de robar, pero que se fuerce a sí
mismo a actuar honestamente por el puro sentido "del deber", sólo él recibiría el
reconocimiento moral por parte de Kant y los de su calaña.
Este
es el tipo de teoría que le da a la moralidad una mala reputación.
El
miedo y/o el resentimiento generalizado hacia la moralidad – la sensación de que
la moralidad es un enemigo, un mundo rancio de sufrimiento y de aburrimiento
sin sentido – no es el resultado de códigos místicos, ascéticos, ni siquiera cristianos
como tales,sino un monumento al más
espantoso arsenal de odio por la vida, por el hombre y por la razón: el alma de
Immanuel Kant.
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En
teoría, dice Kant, un hombre merece crédito moral por una acción hecha por
deber, aunque sus tendencias también la favorezcan – pero sólo en la medida en
que estas últimas sean secundarias y no jueguen un papel en su motivación. Pero
en la práctica, afirma Kant, cuando las dos coinciden nadie puede saber si la
persona ha podido evitar ser influenciado por la tendencia. Para todos los efectos,
por lo tanto, un hombre moral no debe tener ningún interés personal en el
resultado de sus acciones, ningún motivo propio, ninguna expectativa de
utilidad o ganancia de ningún tipo.
Incluso
entonces, sin embargo, no puede estar seguro de que no haya algún fragmento de
deseo motivándolo "secretamente". El caso más claro de todos, el caso en el que
un hombre puede por lo menos estar próximo a saber que está siendo moral,
ocurre cuando sus deseos chocan contra
su deber y él actúa desafiando sus deseos.
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Kant
es primer filósofo del autosacrificio que desarrolló esta ética como principio filosófico, explícito, consciente,
sin tapujos – esencialmente sin ninguna oposición porrestos del punto de vista pro-ego de los
griegos.
Así,
aún creyendo que el hombre del deber debe ser recompensado con la felicidad
después de la muerte (y que eso es lo correcto), Kant mantiene que el hombre que
está motivado por tal consideración es no-moral (porque sigue actuando en base
a una tendencia, aunque sea una tendencia sobrenatural). Y tampoco le permite
Kant al hombre del deber el que esté motivado ni siquiera por el deseo de
sentir una emoción de auto-aprobación moral.
La
línea principal de moralistas pre-kantianos le había instado al hombre a
realizar ciertas acciones para poder alcanzar un objetivo de algún tipo. Le
habían instado al hombre a amar el objeto que es el bien (no importa cómo fuera
concebido) y luchar por conseguirlo, aunque la mayoría transfirieran esta
conquista a la otra vida. Ellos le habían pedido al hombre practicar un código
de virtudes como un medio de obtener valores.
Kant desvincula la virtud del intento de conseguir cualquier objetivo. La
desasocia del amor del hombre o incluso de su interés en cualquier objeto. Lo
que significa: desvincula la moralidad de los valores, de cualquier valor, de
los valores como tales.
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No
es la paz interior lo que Kant le ofrece al hombre, no es una serenidad fuera
de este mundo o una tranquilidad etérea, sino una guerra, una sangrienta e
incesante guerra contra unas tentaciones apasionadas e indomables. El hombre
moral está destinado a luchar contra los sentimientos del no-deber inherentes en
su naturaleza, y cuanto más intensamente los sienta y cuanto más
desesperadamente luche, mayor será su pretensión de virtud. El hombre moral está
destinado a arder con deseo, y a continuación, por principio – por el principio
del deber – a frustrar ese deseo. El sello distintivo del hombre moral es
sufrir.
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Si
los hombres vivieran el tipo de vida que Kant demanda, ¿quién o qué se
beneficiaría de ello? Nada y nadie. El concepto de "beneficio" ha sido extirpado
de la moralidad. Para Kant, es el sacrificio obediente como tal lo que constituye
la pretensión de un hombre a la virtud; el beneficio de cualquiera que lo
reciba es moralmente accidental. La virtud, para Kant, no es servir el interés de
alguien – ni el de uno mismo, ni el de Dios ni el de otros. (Desde esta
perspectiva, un hombre puede exigir crédito moral por el servicio a otros, pero
no porque ellos se beneficien, sino
sólo en la medida en que él pierda).
Aquí
tenemos la esencia y el climax de la ética del autosacrificio, finalmente,
después de dos mil años, expresada de forma completa y filosófica en el mundo
occidental: tus intereses – del tipo que sean, incluso tu interés en ser moral
– son un signo de imperfección moral porque
son intereses. Tus deseos, independientemente de su contenido, no merecen
respeto porque son deseos. Haz tu
deber, que es tuyo porque tienes
deseos, y que es sublime porque, al
no estar adulterado por el estigma de algún beneficio, brilla nítidamente, en
pérdida, en dolor, en conflicto, en tortura. Sacrifica lo que deseas, sin
beneficiarios sobrenaturales o sociales; sacrifica tus valores, tu propio
interés, tu felicidad, a tí mismo, porque
esos son tus valores, tu interés, tu felicidad, tú mismo; sacrifícalos a la
moralidad, o sea, a la dimensión noumenal, o sea, a nada conocido o concebible
por el hombre, o sea, en lo que respecta al hombre viviendo en esta tierra: a nada.
El
mandamiento moral es: sacrifícate, sacrifícalo todo, sacrifícate por el propio sacrificio,
como un fin en sí mismo.
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"Sacrificio" es ceder aquello que valoras en favor
de lo que no valoras. . . . No es un sacrificio renunciar a lo que no deseas.
No es un sacrificio dar tu vida por los demás si la muerte es tu aspiración
personal. Para alcanzar la virtud del sacrificio debes querer vivir, debes
amar, debes arder con pasión por este mundo y por todo el esplendor que puede
darte – debes sentir cómo se retuerce cada cuchillo mientras desuella tus
deseos fuera de tu alcance y desangra el amor de tu cuerpo. No es sólo la
muerte lo que la moralidad del sacrificio te presenta como un ideal, sino la
muerte por tortura lenta.
También
puede pareceros difícil de creer que alguien haya podido defender las cosas que
Kant defiende. Si lo dudas, te sugiero que mires las referencias que él
facilita y que leas la obra original. No intentes evadir el asunto pensando:
"Oh, ¡Kant no pudo haber querido decir eso!". Realmente sí pudo. . . .
Kant es el hombre más malvado de la historia de la
humanidad.
En cada aspecto fundamental, la filosofía de Kant es exactamente lo opuesto a Objetivismo.