La Hora "H"
Honduras – un pequeño país centroamericano con 7 millones y medio de habitantes (menos que la ciudad de Nueva York) y una de las naciones más pobres del mundo occidental – es un perfecto "estudio de caso" político. Los hondureños están luchando por su libertad, no sólo contra dictadores ávidos de poder, sino contra el resto del mundo.
Desde 1982 Honduras es una república limitada constitucionalmente. Para evitar dictaduras "de por vida" como la venezolana, el artículo 238 de su constitución dice que cualquier presidente que llegue incluso a "proponer" una extensión de su mandato, "cesará inmediatamente en las funciones de su cargo".
Zelaya fue flagrado con los "resultados" en su ordenador de un referéndum imaginario, que indicaba que (¡sorpresa!) él había ganado por una gran mayoría y podría ser reelegido indefinidamente. El ejército, obedeciendo órdenes de la Corte Suprema ante la violación de la ley por un gobernante corrupto empeñado en mantener el poder, lo arrestó y puso en su lugar a un miembro de su propio partido para que completase el período de su cargo, que acaba en noviembre.
Como era de esperar, los gobiernos izquierdistas de países vecinos como Cuba, Nicaragua y Venezuela apoyaron la tentativa de Zelaya de establecer una dictadura más en el continente americano. Hugo Chávez puso a las fuerzas armadas venezolanas en alerta y llegó a amenazar con enviar tropas.
"Tendríamos nosotros que actuar incluso militarmente", añadió. "Estamos obligados, yo no puedo quedarme cruzado de brazos aquí".
"Hay que darle una lección a los gorilas", aseveró el gobernante, y acusó a líderes del golpe de cometer un crimen nacional e internacional.
"Si juramentan a peleleti, a gafeti o a gorileti, los derrocaremos, y allí debe retomar el presidente Zelaya", indicó Chávez.
"Gorileti, [referencia al presidente del congreso hondureño, Roberto Micheletti], ve preparando tus maletas porque o terminas preso o vas a tener que coger el exilio", dijo, y le avisó: "No crea que aquí vamos a estar sentados, aquí hablando por televisión nada más; no, compañero".
Pero más preocupante aún es la reacción de los países supuestamente "civilizados". Prácticamente todos los países del mundo (incluyendo, como era de esperar, las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos), condenaron la actuación del legítimo gobierno hondureño. Secundando la dictadura de Hugo Chávez, países como México, España y Estados Unidos anunciaron que no reconocerían el nuevo gobierno.
El presidente Obama, el mismo que insistió en llamar "elección" al reciente fraude en Irán, llamó al proceso en Honduras un "golpe de estado". Pero en realidad había sido lo contrario de un golpe de estado, había sido el poner los medios para impedir uno - y voces en pro de la razón y de la libertad empezaron a surgir:
"El presidente Obama pareció violar [el principio de nuestro compromiso con la libertad] durante su silencio de 8 días mientras manifestantes democráticos inocentes eran torturados y asesinados en las calles de Teherán por el tiránico régimen iraní. ... No hizo ninguna crítica ni tomó ninguna acción que pudiera ser considerada como "intromisión".
"Pero la semana pasada, el presidente cambió de dirección, metiéndose hasta las orejas en los asuntos domésticos de otra nación soberana, Honduras. Vergonzosamente, el presidente de nuevo se ha puesto de parte de un autócrata ilegítimo y anti-americano, en vez de ponerse de parte de la democracia, el estado de derecho, y de un pueblo oprimido que sólo quiere ser libre".
"En cada paso de este proceso, el gobierno democrático legítimo se adhirió estrictamente a la Constitución hondureña y el liderazgo civil del ejército permaneció intacto. El ejército no dio un golpe de estado. Evitó el golpe de estado tramado por Hugo Chávez y ejecutado por Manuel Zelaya".
Está claro que los Estados Unidos están confundiendo a sus amigos con sus enemigos, intentando apaciguar a los enemigos de la libertad en el mundo, mientras castigan a quienes tratan de preservar el estado de derecho y las libertades individuales. Así, Obama continúa afirmando que la deposición constitucional de Zelaya es ilegal, es decir, está siendo más papista que el Papa, alegando tener más conocimiento de la ley de Honduras que la unánime Corte Suprema de ese país y su Congreso – o sea, está intentando "forzar a Honduras a violar su propia constitución, usando su peso político internacional para tratar de interferir con los tribunales independientes de ese país".
Por si fuera poco, se descubrió que, además de intentar usar hordas y fuerza militar para re-escribir la constitución a su antojo, Zelaya es un vulgar ladrón, responsable de la desaparición de millones de dólares de fondos del gobierno, que fueron encauzados hacia él mismo y sus secuaces. En este sentido, nada diferente de lo que se pueda esperar de cualquier candidato a héroe-dictador de izquierdas.
Para Honduras, la única salida política es celebrar elecciones libres y pacíficas, como el nuevo Gobierno nombrado por el parlamento tiene previsto para finales del próximo mes de noviembre. Pero Honduras es un país pequeño y frágil, y su futuro está a merced de las políticas de otros países. El pueblo de Honduras le ha plantado cara a Hugo Chávez, a Daniel Ortega y a los hermanos Castro, y está defendiendo su libertad y el estado de derecho, y es por esa valentía por la que está siendo condenado.
Pero lo que está en juego en Honduras va mucho más allá del futuro de ese país: es parte de la decisión fundamental que tenemos que tomar como seres humanos, un aspecto más de la lucha entre libertad y dictadura, entre individualismo y colectivismo, entre vida y muerte. Si vence la libertad, ciudadanos en países como Ecuador, Nicaragua, Bolivia, Cuba y Venezuela podrán soñar con ser libres de nuevo algún día, y el mundo occidental estará alejando, aunque sea temporalmente, el fantasma de la dictadura. Si pierde la libertad, ciudadanos del mundo entero harán bien en poner sus barbas a remojar y empezar a temblar con la pesadilla de un retorno global al estatismo, la opresión, la violencia y la muerte.
En cuanto a la execrable cobardía de los países "civilizados", démosle a Ayn Rand la última palabra [Prefacio, Anthem (Himno), Abril 1946]:
"La mayor culpa hoy es la de la gente que acepta el colectivismo por dejadez e indolencia moral; la gente que quiere protegerse de la necesidad de tomar una posición, negándose a admitir a sí mismos la naturaleza de lo que están aceptando; la gente que apoya planes específicos diseñados para lograr la esclavitud, mientras se esconde detrás de la afirmación vacía de amar la libertad, sin ningún significado concreto ligado a esa palabra; la gente que cree que el contenido de las ideas no necesita ser examinado, que los principios no necesitan ser definidos, y que los hechos pueden ser eliminados siempre que se mantengan los ojos cerrados. Ellos esperan, cuando se encuentren en un mundo de ruinas sangrientas y campos de concentración, poder evadir su responsabilidad moral sollozando: "¡Pero no era esto lo que yo quería!"."
"Los que quieren la esclavitud deben tener la honestidad de llamarla por su verdadero nombre. Deben enfrentar el significado completo de lo que están abogando y condonando; el significado completo, exacto y específico del colectivismo, de sus implicaciones lógicas, de los principios en los que se basa, y de las últimas consecuencias a los que estos principios les conducirán".
"Deben enfrentarlo, y luego decidir si es eso lo que quieren o no".
La crisis política en Honduras tiene más de cuatro meses, y sigue sin estar claro cómo o cuándo se resolverá. Ninguno de los dos protagonistas principales, el antiguo presidente – Manuel Zelaya, y el hombre que lo sustituyó – Roberto Micheletti, parecen dispuestos a hacer concesiones sobre el principal escollo: la vuelta de Zelaya al poder. Pero cómo se resuelva este conflicto nos dará una buena idea de lo que nos espera en el mundo en los próximos años.






