Históricamente, el enorme
aumento de gastos en asistencia médica empezó en la década de 1960, cuando
Medicare y otros programas volcaron miles de millones de dólares en la
industria. Fiscalmente, Medicare se está aproximando a una insolvencia
monumental, con deudas de unos veinte billones de dólares. C
rear otro laberinto burocrático ahora – cuyos proponentes
orgullosamente dirán que sólo costará otro billón de dólares en diez años – sólo
garantizará precios más altos, y una crisis
aún mayor en la próxima década.
Pero tales argumentos
económicos no han impedido más intervenciones gubernamentales, y deberíamos
preguntarnos por qué.
La razón es que los defensores
de la medicina gubernamental mantienen que la asistencia médica es un derecho
moral.
El objetivo moral de un "derecho"
a la asistencia médica es lo que está cegando a la gente a entender la relación
de causa y efecto entre las acciones del gobierno y el aumento de los precios.
Pero la idea misma de que la asistencia
médica – o de cualquier bien suministrado por otros – es un "derecho"
es una contradicción.
Los derechos consagrados por la
Declaración de Independencia fueron la vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad.
Cada uno de estos es un derecho
a actuar, no un derecho a cosas.
" Para garantizar estos
derechos se instituyen los gobiernos", es decir, para garantizar los
derechos de cada persona a ejercer su libertad en la búsqueda de su propia
felicidad.
Por esta forma de entender los
derechos, nadie puede obligarte a actuar en contra de tus propios intereses,
siempre y cuando tú no exijas que otros actúen en contra de sus propios
intereses.
No existe el derecho a un buen
resultado – ni el derecho a comida, vestido, vivienda, o seguridad económica –
sólo el derecho a perseguir ese resultado, con la cooperación voluntaria de los
demás si quieren ofrecerla.
Pero observa lo que significaría
el derecho a un resultado garantizado.
Requeriría infringir en las
vidas y la libertad de aquellos que están forzados a proporcionarlo.
Si hay un derecho a la comida, debe
haber agricultores que lo proporcionen – o contribuyentes obligados a pagar por
ello.
Los planes médicos del gobierno
que tienen privilegios exclusivos, como Medicare, han institucionalizado la
fuerza contra los que deben proporcionar el clamado "derecho".
Pero ni el principio ni las
consecuencias cambian si la fuerza se reparte entre millones de personas en forma
de impuestos.
Estos dos conceptos de derechos
– derechos como el derecho a la libertad, versus derechos como derecho a las
cosas – no pueden coexistir en el mismo sentido al mismo tiempo.
Si yo invoco que mi derecho a
la vida significa mi derecho a la medicina, estoy exigiendo el derecho a
obligarles a otros a producir los valores que yo necesito.
Esto acaba siendo una negación
de la soberanía personal y de los derechos individuales.
Para reformar la industria
de asistencia médica debemos cuestionar la premisa que hizo posible la
intervención inicial del gobierno.
La premisa moral es que la atención
médica es un derecho.
No lo es.
No había "derecho" a tal
servicio antes de que los médicos, hospitales y empresas farmacéuticas lo
produjeran.
No existe ningún
"derecho" a nada que otros estén obligados a producir, porque nadie
puede clamar un "derecho" a forzar a otros a proporcionarlo.
La asistencia médica es un
servicio, y para recibirlo todos nosotros dependemos de profesionales que
piensan. Colocar a los médicos bajo las riendas de control burocrático es una invitación al desastre.
La premisa económica es que el
gobierno puede crear prosperidad mediante la redistribución de la riqueza de
sus ciudadanos.
Este es el camino a la bancarrota,
no a la prosperidad universal.
Esta verdad se está materializando
ante nuestros ojos, al dispararse los precios
de la medicina con cada nueva intervención, mientras enfrentamos los mayores
déficits en la historia de la humanidad.
Si el Congreso quiere resolver
los temas de la asistencia médica, puede empezar con tres cosas: (1) la reforma
de responsabilidad civil, liberando a los especialistas médicos de sus costos de
seguro de cientos de miles de dólares; (2) la reforma de Medicare, enfrentando
abiertamente la insolvencia de este programa; (3) la reforma regulatoria,
eliminando las costosas reglas que obligan a los médicos, a los hospitales y a
las compañías farmacéuticas (los que producen la asistencia que otros después
claman como un "derecho") a satisfacer exigencias burocráticas en vez de
aportar valor a sus pacientes.
Asistencia médica: ¿Por qué
llamarla un "derecho"
?
Por John David Lewis
Después de cincuenta años de programas
gubernamentales cada vez mayores, los costos de asistencia médica continúan
subiendo.
El gobierno de los EE.UU.
controla actualmente casi la mitad de todos los dólares gastados en asistencia
médica, y la crisis se está agravando seriamente.
Los planes que vemos desde
Washington no son innovaciones, sino extensiones de las intervenciones
gubernamentales que hemos aceptado durante tres generaciones.
Pero en vez de asumir que más participación
del gobierno es la respuesta, ¿no deberíamos al menos considerar que el origen
del problema puede estar precisamente en esas intervenciones?
Y, más a fondo, ¿no deberíamos de alguna forma considerar
que el motivo de este modelo que ya dura décadas no es económico, sino moral:
la noción que las personas tienen un "derecho" a la asistencia médica?