El Gran Gobierno es el Verdadero Desastre
Por Robert Tracinski

4 de Agosto 2010
Traducido y adaptado con permiso del autor. Prohibida la reproducción.
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El New York Times abrió con esta noticia hoy:

            El gobierno tiene previsto anunciar . . . que tres cuartas partes del petróleo 
            procedente del escape de Deepwater Horizon ya se ha evaporado o dispersado,
            ha sido capturada o de alguna forma eliminada, y que la mayor parte del resto 
            está en forma tan diluída que no parece presentar ningún riesgo considerable.

Ahí lo tenemos, el peor desastre ambiental de la historia. Pero aún queda otro desastre en el Golfo de México – un desastre hecho por el hombre, o más concretamente, un desastre hecho por el gobierno. El desastre en el Golfo es la reacción del gobierno al derrame de petróleo, reacción que consistió en cerrar, por prevención, las dos principales industrias del Golfo de México: la pesca y la exploración petrolera.

El New York Times escribe:

         Los tests con peces han mostrado pocas razones para tener que preocuparse hasta 
         ahora, y las áreas de pesca en el golfo se están reabriendo a un ritmo acelerado. 
         Llegó un momento en que el gobierno había cerrado el 36% de las aguas federales 
         en el golfo a la pesca, pero esa cifra se ha reducido al 24 por ciento y se espera que 
         siga bajando en las próximas semanas.

Los ingenuos pueden haber asumido que si la actividad pesquera del Golfo fue cerrada, eso se hizo porque había evidencia concreta de que productos del mar estaban afectados por el petróleo. Pero resulta que el gobierno de Obama trató a los mariscos del Golfo como hizo con Shirley Sherrod: asume que están contaminados y prohíbelos, y más tarde mira la evidencia.

Y ahora el gobierno está empezando a hablar de suprimir la moratoria a la extracción de petróleo mar adentro, aproximadamente un mes después de que haberse tomado la prohibición tan en serio que desafiaron el fallo de un juez llamándolo "arbitrario y caprichoso". Bueno, pues no importa, entonces.

El "no-desastre" en el Golfo era previsible. El pasado junio, miré algunos de los hechos y números y llegué a esta conclusión:

         Las mejores estimativas del volumen del derrame de petróleo es que la lanzará unos 
         100 millones de galones de petróleo en el Golfo de México, una masa de agua que 
         contiene 643 billones de galones de agua. Así que el petróleo derramado por BP, 
         si se diluyera de manera uniforme, mediría sólo unas cuantas partes por mil 
         millones, una cantidad virtualmente inapreciable. Por supuesto, ese petróleo no 
         será diluído uniformemente. Llegará en concentraciones perjudiciales a algunas 
         áreas de la costa y a algunos caladeros del Golfo. Pero la historia de derrames 
         anteriores de este nivel indica que el Golfo se recuperará con una rapidez sorprendente.
         Así que, tan grave como esto es para los de la Costa del Golfo, es una crisis temporal
         y regional.

Hay sólo dos correcciones que hacer a la luz de la evidencia surgida posteriormente. Según las últimas cifras, el derrame de petróleo fue mayor, unos 200 millones de galones, pero el daño causado fue mucho menor, sin manchas gigantes en las playas de la nación y sin daños aparentes a las zonas de pesca.

Si este es el peor derrame de petróleo de la historia, entonces por supuesto vamos adelante con más perforaciones, porque ahora le hemos visto la cara a lo peor, y no es tan malo.

Pero hasta ahora nadie ha llegado a la conclusión más importante derivada de este incidente. No fue el derrame de petróleo lo que perjudicó a la economía del Golfo. Fue la intervención gubernamental – y sólo la intervención gubernamental – la que lo hizo.

Que no iba a haber ningún horrible desastre ambiental era predecible – a menos que uno se aferrara a los dos principios centrales de la administración Obama. El primero de esos principios es el dogma de la Nueva Izquierda del ambientalismo, un pertinaz prejuicio anti-industrial que considera a los pozos de petróleo culpables hasta que se demuestre su inocencia. El segundo principio es el dogma de la Vieja Izquierda de que la más vigorosa coerción gubernamental es la solución a todos los problemas.

La coerción del gobierno fue la respuesta de Obama al derrame desde los primeros momentos. La primera respuesta de este gobierno fue enviar equipos de abogados y lanzar un montón de requerimientos judiciales. (Como un experto de la industria del petróleo ironizó, "si uno pudiera controlar un derrame de petróleo con abogados y escritores de leyes, firmando papeles y consiguiendo mandatos judiciales... entonces tal vez el gobierno de EE.UU. podría hacer algo".)  Le quitaron a BP unos 20 mil millones dólares como fondo de riesgo, el cual se convertirá en una gigante fosa de fraude y corrupción, ahora que parece que no habrá $20 mil millones en daños y perjuicios. Amenazaron con aplicar el látigo del gobierno alternativamente a los cuellos de las personas o a sus traseros. Y de hecho azotaron a los productores de petróleo y a los pescadores del Golfo, cerrándolos sin ninguna razón.

Es este frenesí de coerción lo que será la principal causa de daños económicos a la región del Golfo. El Gran Gobierno resulta ser el verdadero desastre.
Ha sido la coacción del gobierno, no el derrame de petróleo, lo que ha perjudicado a la economía del Golfo de México.