El 11 de septiembre de 2001 ha sido sin duda uno de los días más horribles de la historia. Hoy, nueve años después, esa declaración de guerra continúa sin respuesta por parte del país atacado, y el agresor continúa creciéndose como muestra, entre otras cosas, el simbolismo de la famosa mezquita cerca de la "Zona Cero".
Pero los hechos están ahí. El nuevo libro: "Winning the Unwinnable War: America´s Self-Crippled Response to Islamic Totalitarianism" ("Ganando una Guerra Imposible de Ganar: La Respuesta Malograda de Estados Unidos al Totalitarismo Islámico") es un conjunto de 7 ensayos que muestran quién es el enemigo, cómo hay que combatirlo, y por qué la moralidad altruista de los Estados Unidos es lo que está impidiendo el triunfo.
Entre otras cosas, el libro explica por qué la estrategia correcta – atacar y destruir al enemigo, como USA hizo contra la Alemania Nazi y el imperialismo japonés en la Segunda Guerra Mundial – ha sido sustituida por la estrategia de "establecer la democracia en los países del Medio Oriente", y cómo eso ha llevado a una solidificación del poder en regímenes cada vez más totalitarios y agresivos. En un cierto momento, el libro hace un análisis que puede sorprender e incluso abirles los ojos a muchos: La libertad es esencialmente incompatible con la democracia:
Aunque la estrategia de Bush fue llamada
la "estrategia hacia la libertad",
ese título es un fraude perverso. La estrategia no tenía nada que ver con
libertad política. Un título apropiado
podría haber sido la "estrategia hacia
la democracia" – para el gobierno sin límites de la mayoría – que es
lo
que realmente pretendía. Hay una profunda – y reveladora – diferencia
entre
defender la libertad y defender la democracia.
En el caos intelectual de hoy, estos dos
términos se consideran equivalentes;
de hecho, sin embargo, son opuestos. La
libertad es esencialmente
incompatible con la democracia. Libertad política
significa la ausencia de
coerción física. La libertad se basa en la idea del
Individualismo: el principio
que cada hombre es un ser independiente y
soberano; que no es un
fragmento intercambiable de la tribu; que su vida, su
libertad y sus posesiones
son suyas por derecho moral, no por permiso de ningún
grupo. La libertad
es un profundo valor porque para poder producir alimentos,
cultivar la tierra,
ganarse la vida, construir coches, hacer cirugía – para poder
vivir – el
hombre tiene que pensar y actuar usando el juicio de su propia mente
racional. Para que puede hacer eso, hay que dejarlo solo; dejarlo solo
significa
que ni el gobierno ni otros hombres pueden iniciar la fuerza física
contra él.
Dado que la libertad es necesaria para
que el hombre viva, el gobierno
correcto es aquel que protege la libertad de
los individuos. Lo hace
reconociendo y protegiendo sus derechos a la vida, la
libertad, la propiedad,
y la busca de la felicidad. Debe identificar y castigar
a aquellos que violan
los derechos de sus ciudadanos, sean criminales nacionales
o agresores
extranjeros. Por encima de todo, el propio poder del gobierno ha de
ser
delimitado de forma muy estricta y precisa, para que ni el gobierno ni
ninguna turba que quiera conseguir poder estatal pueda abrogar la
libertad de
los ciudadanos. Este tipo de gobierno convierte la libertad
individual en
intocable, poniéndola fuera del alcance de cualquier multitud
o grupo con
ansias de poder. La vida de cada hombre sigue siendo suya,
y él tiene la
libertad de vivirla (mientras respeta de forma recíproca la
libertad de los otros
a hacer lo mismo). Este es el sistema que los Padres
Fundadores crearon en América:
Es una república delimitada por la
Constitución de los Estados Unidos y por la
Declaración de Derechos.
No es una democracia.
Los Fundadores se dieron cuenta de que
una democracia – el sistema que
le confiere poderes ilimitados a la mayoría –
es lo opuesto a la libertad. La
democracia descansa en la primacía del grupo.
El principio supremo de
ese sistema es que la voluntad – los deseos – del colectivo
son el criterio
en cuanto a asuntos políticos; por lo tanto, la
mayoría puede arrogarse
para sí misma el poder de explotar y tiranizar a otros.
Si tu pandilla es lo
suficientemente grande, puedes salirte con la tuya en lo
que quieras. James
Madison observó que en un sistema de gobierno ilimitado de
la mayoría...
... no hay nada que frene la tentación de sacrificar al grupo más débil
o a un individuo indeseable. Por
eso tales democracias siempre han sido
un espectáculo de turbulencia y contención, siempre han mostrado ser
incompatibles con la seguridad personal o los derechos de propiedad, y
en general han tenido una vida corta y una muerte violenta.
Democracia es la tiranía de la turba.
Según eso, la estructura constitucional
de los Estados Unidos prohibe que la
mayoría infrinja, por votación, los derechos de cualquiera. Está diseñada para
evitar que la turba vote para ejecutar a
Sócrates, que enseñaba ideas
no-ortodoxas. Está diseñada para evitar que la
mayoría elija democráticamente
a dictadores como Hitler o Robert Mugabe, que
expropian y oprimen a un
grupo (como los judíos en Alemania y los granjeros
blancos en Zimbabwe),
y destruyen las vidas de todos. Al delimitar el poder que
se le permite
ejercer al gobierno, aunque una mayoría exija el ejercicio de ese
poder, la
Constitución de los Estados Unidos sirve para salvaguardar la libertad
de los
individuos.
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(Del libro: "Ganando
una Guerra Imposible de Ganar: La Respuesta Malograda de Estados Unidos al
Totalitarismo Islámico". Editor: Elan Journo. Contribuidores: Elan Journo,
Yaron Brook, Alex Epstein).