Esto lo digo como advertencia contra el
tipo de "egoístas nietzscheanos" que, de hecho, son un producto de la
moralidad altruista y representan la otra cara de la moneda altruista: los
hombres que creen que cualquier acción, independientemente de su naturaleza, es
buena si tiene como objetivo el beneficio
propio. Así como la satisfacción de los deseos
irracionales de otros no es un
criterio de valor moral, tampoco lo es la satisfacción de los propios deseos
irracionales de uno. La moralidad no es una competición de caprichos. . . .
Un tipo parecido de error es cometido por el hombre que declara que, dado que
el hombre debe guiarse por su juicio independiente, cualquier acción que decida
tomar es moral, si
él la elige. El juicio
independiente de cada uno es el medio
por el cual cada uno debe elegir sus acciones, pero no es un criterio moral ni
una validación moral: sólo la referencia a un principio demostrable puede
validar las elecciones de cada uno.
Así como el hombre no puede sobrevivir
de cualquier forma al azar, sino que tiene que descubrir y practicar los
principios que su supervivencia requiere, igualmente el interés propio del
hombre no puede ser determinado por deseos ciegos o caprichos aleatorios, sino
que ha de ser descubierto y alcanzado con la guía de principios racionales. Esta es la razón por la que la ética Objetivista es
una moral de auto-interés racional –
o de egoísmo racional.
Dado que el egoísmo es la "preocupación con el propio interés", la
ética Objetivista utiliza ese concepto en su sentido más puro y exacto. No es
un concepto que uno pueda cederle a los enemigos del hombre, ni a las insensatas
equivocaciones, distorsiones, prejuicios y temores del ignorante y el
irracional. El ataque contra el "egoísmo" es un ataque contra la auto-estima
del hombre; renunciar a uno es renunciar a la otra.
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"¿Me preguntáis qué obligación moral le debo a mis prójimos? Ninguna –
excepto la obligación que me debo a mí mismo, a objetos materiales y a toda la
existencia: racionalidad. Trato con hombres como mi naturaleza y la de ellos
exige: por medio de la razón. No busco o deseo nada de ellos excepto tales
relaciones en las que ellos quieran entrar por su propia elección voluntaria.
Es sólo con su mente con la que puedo tratar, y sólo en mi propio interés,
cuando ellos ven que mi interés coincide con el suyo. Cuando no lo ven, no
entro en la relación; dejo que los que disienten prosigan su camino y yo no me
aparto del mío. Yo gano solamente por medio de la lógica y me rindo solamente a
la lógica. No rindo mi razón, ni trato con hombres que rinden la suya."
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Nos han enseñado que el ego es sinónimo de maldad y que el
desinterés es el ideal de la virtud. Pero la persona productiva es el egoísta
en sentido absoluto, y el desinteresado es quien no piensa, ni siente, ni
juzga, ni actúa; éstas son funciones del ego.
Aquí es donde la inversión básica es más
mortal. La cuestión se ha pervertido y al hombre
se le ha dejado sin ninguna alternativa – y sin libertad. Como polos opuestos
del bien y del mal, le han ofrecido dos concepciones: el egoísmo y el
altruismo. El egoísmo se supone que significa el sacrificio de los demás a sí
mismo. El altruismo, el sacrificio de uno mismo a los demás. Esto vinculó irrevocablemente
al hombre a otros hombres y sólo le dejó una elección de dolor: su propio dolor
soportado por el bien de los demás, o el dolor infligido a los demás por el
bien a sí mismo. Cuando se añadió que el hombre debe encontrar alegría en la
auto-inmolación, se cerró la trampa. El hombre fue obligado a aceptar el masoquismo
como su ideal – bajo la amenaza de que el sadismo era su única alternativa.
Este fue el mayor fraude jamás perpetrado contra la humanidad.
Este fue el mecanismo por medio del cual
la dependencia y el sufrimiento se perpetuaron como aspectos fundamentales de
la vida.
La cuestión no es auto-sacrificio o dominación, la
cuestión es independencia o dependencia. El
código del creador o el código del parásito. Esta es la cuestión básica. Se
basa en la alternativa de la vida o la muerte. El código del creador está construido
sobre las necesidades de la mente pensante, que le permite al hombre
sobrevivir. El código del parásito está
construido sobre las necesidades de una mente incapaz de sobrevivir. Todo lo que procede del ego independiente del hombre
es bueno. Todo lo que procede de la dependencia del hombre de otros hombres es
malo.
El egoísta en sentido absoluto – el egoísta racional – no
es el hombre que sacrifica a otros; es el hombre que está por encima de la
necesidad de usar a otros; no funciona por medio de ellos; no se preocupa por ellos en ningún asunto esencial, ni
en su objetivo, ni en su motivación, ni en su pensamiento, ni en sus deseos, ni
en la fuente de su energía. Él no existe para el provecho de ningún otro
hombre ni le pide a ningún otro hombre que viva para el suyo. Esta es la única
forma posible de hermandad y de respeto mutuo entre los hombres.
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El propósito moral de la vida de un
hombre es el logro de su propia felicidad. Esto no significa que sea
indiferente a todos los hombres, que la vida humana no tenga ningún valor para
él y que él no tenga ninguna razón para ayudarles a otros en una emergencia. Pero sí
significa que él no subordina su vida al bienestar de los demás, que no se
sacrifica a las necesidades de otros, que el alivio del sufrimiento de otros no
es su principal preocupación, que cualquier ayuda que pueda darles es la excepción, no la regla, un acto de generosidad, no un deber moral, que es marginal y circunstancial – de la misma forma que los desastres son marginales y circunstanciales a lo largo de la existencia humana – y que los valores, no los desastres, son el
objetivo, la primera preocupación y la motivación de su vida.
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Amor, amistad, respeto, admiración...
son la respuesta emocional de un hombre a las virtudes de otro, el pago
espiritual que se da a cambio del placer personal, egoísta que un hombre recibe
de las virtudes del carácter de otro hombre.Sólo un salvaje o un altruista alegaría que apreciar las virtudes de otra
persona es un acto de generosidad, y que en lo que concierne a su propio
interés y placer egoístas, no hay ninguna diferencia si uno trata con un genio
o con un tonto, si se encuentra con un héroe o
con un bandido, si se casa con la mujer ideal o con una prostituta.
En cuestiones espirituales, un
comerciante es un hombre que no busca ser amado por sus debilidades o defectos,
sólo por sus virtudes, y que no le otorga su amor a las debilidades o a los
defectos de los demás, sólo a sus virtudes.
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El primer derecho en la tierra es el
derecho al ego. El primer deber del hombre es a sí mismo. Su ley moral es nunca
colocar su objetivo principal en las personas de otros. Su obligación moral es hacer lo que desee, siempre que su
deseo no dependa principalmente de
otros hombres. Esto incluye todo el ámbito de su
facultad creativa, su pensamiento, su trabajo. Pero no incluye el ámbito del
delinquente, el altruista y el dictador.
Un hombre piensa y trabaja él solo. Un hombre no puede robar, explotar o
dominar – él solo. El robo, la explotación y el dominio presuponen víctimas.
Implican dependencia. Son el ámbito del parásito.
Los que gobiernan a hombres no son egoístas. Ellos no crean nada. Existen
enteramente a través de las personas de otros. Su objetivo está en sus sujetos,
en la actividad de esclavizar. Ellos son tan dependientes como el mendigo, el
trabajador social y el bandido.
La forma de dependencia no
importa.
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