Comprender el axioma que
la existencia existe significa comprender el hecho de que la naturaleza, es
decir, el universo como un todo, no puede ser creado ni aniquilado, no puede
entrar y salir de la existencia. Independientemente
de que sus elementos constitutivos básicos sean
átomos, o partículas subatómicas, o alguna forma de energía aún por descubrir, no
está gobernado por una consciencia o por la voluntad o por azar, sino por la
ley de identidad. Todas
las innumerables formas, movimientos, combinaciones y disoluciones de elementos
dentro del universo – desde una mota de polvo flotando en el espacio, a la
formación de una galaxia, a la aparición de la vida – están causadas y
determinadas por la identidad de los elementos implicados.
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Puesto
que las cosas son lo que son, puesto que todo lo que existe posee una identidad
específica, nada en la realidad puede ocurrir sin causa o por azar.
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La elección [humana, el
libre albedrío] . . . no es azar. La
voluntad no es una excepción a la Ley de Causalidad; es una forma de
causalidad.