El amor romántico, en el pleno sentido del
término, es una emoción que sólo es posible para el hombre (o la mujer) de auto-estima
inquebrantable: es su respuesta a sus propios y más altos valores en la persona
de otro – una respuesta integrada de mente y cuerpo, de
amor y deseo sexual. Tal
hombre (o mujer) es incapaz de experimentar un deseo sexual divorciado de valores
espirituales.
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El hombre es un fin en sí mismo. El amor
romántico – la profunda, exaltada, eterna pasión
que une su mente y su cuerpo durante el acto sexual – es el testimonio vivo de
ese principio.
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Hay dos aspectos de la existencia humana que pertenecen
al ámbito especial del "Sentido de Vida" y constituyen su expresión: el amor y
el arte.
Estoy
hablando del amor romántico, en el sentido más serio del término – a diferencia
de los caprichos superficiales de aquellos cuyo Sentido de Vida carece de valores
constantes, es decir, carecen de emociones duraderas que no sean el miedo. El amor es
una respuesta a los valores. Es del Sentido de Vida de
otra persona de lo que uno se enamora – de esa suma esencial, la actitud
fundamental o forma de encarar la existencia, que es la esencia de una
personalidad. Uno se enamora de la
encarnación de los valores que formaron el carácter de una persona, los cuales
se reflejan en su más amplias metas o en sus menores gestos, los que crean el estilo de su alma – el estilo individual
de una consciencia única, irrepetible, irremplazable. Es el Sentido de Vida de uno mismo el que actúa como el
selector, y el que responde a lo que reconoce como sus propios valores básicos,
en la persona de otro. No es cuestión de las convicciones que profesa (aunque estas
no son irrelevantes); es cuestión de una armonía mucho más profunda, una
armonía consciente y subconsciente.
Muchos
errores y desilusiones trágicas son posibles en este proceso de reconocimiento
emocional, puesto que un Sentido de Vida, por sí solo, no es una guía cognitiva
confiable. Y si hay grados de maldad, entonces uno de los efectos
más perversos del misticismo – en términos de sufrimiento humano – es la
creencia de que el amor es una cuestión "del corazón", no de la mente; que
el amor es un sentimiento independiente de la razón, que el amor es ciego e indiferente
al poder de la filosofía. El amor es la
expresión de la filosofía – de la suma filosófica subconsciente – y, tal
vez, ningún otro aspecto de la existencia humana necesite el poder consciente de la filosofía de forma tan
desesperada. Cuando ese poder es llamado a verificar y confirmar una
evaluación emocional, cuando el amor es una integración consciente de razón y emoción,
de mente y valores, entonces – y sólo entonces – es la mayor recompensa en la
vida del hombre.
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Amar es valorar. Sólo un egoísta racional, un hombre de
autoestima, es capaz de amar, porque él es el único hombre capaz de mantener
valores firmes, consistentes, sin concesiones, sin traiciones. El hombre que no
se valora a sí mismo no puede valorar nada o a nadie.
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[En El Manantial], el héroe pronuncia una frase que es
citada a menudo por los lectores: "Para decir ´Yo te quiero´, primero uno tiene
que saber cómo decir el ´Yo´".
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[El
amor desinteresado] tendría que significar que tú no obtienes ningún placer ni
felicidad personal de la compañía y la existencia de la persona que amas, y que
lo único que te motiva es la lástima del auto-sacrificio por la necesidad que
tiene esa persona de ti. Yo creo necesario mostrarte que nadie se sentiría
halagado por ello, ni aceptaría un concepto de ese tipo.El amor no es auto-sacrificio, sino la afirmación más
profunda de tus propias necesidades y valores.
Es por tu propia felicidad por lo que
necesitas a la persona que amas, y ése es el mayor elogio, el mayor homenaje
que le puedes rendir a esa persona.
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Uno obtiene una alegría profundamente personal y egoísta por
la mera existencia de la persona amada.
Es la propia felicidad personal, egoísta, lo que
uno busca, gana y recibe con el amor.
Un
amor "generoso" y "desinteresado" es una contradicción en
términos: significa que uno es indiferente a lo que uno valora.
La
preocupación por el bienestar de los que uno ama es una parte racional de los
propios intereses egoístas de cada uno. Si un hombre que está apasionadamente enamorado de su
mujer gasta una fortuna para curarla de una enfermedad grave, sería absurdo
pretender que lo hace como un "sacrificio" por el bien de ella, no por el suyo propio, y que le
da igual a él, personal y
egoístamente, el que ella viva o muera.
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La
aplicación práctica de la amistad, el afecto y el amor consiste en añadir el
bienestar (el bienestar racional) de
la persona implicada a la jerarquía de valores de uno mismo, y luego en actuar
en consecuencia.
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Amar es valorar. El hombre que te dice que es
posible valorar sin valores, amar a los que consideras que no tienen valor, es
el hombre que te dice que es posible hacerse rico consumiendo sin producir y
que el dinero de papel es tan valioso como el oro.
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Pero cuando se trata de amor, la más alta de las
emociones, permites que te griten acusadoramente que tú eres un delincuente
moral si eres incapaz de sentir un amor sin causa. Cuando un hombre siente miedo
sin razón lo llevas al cuidado de un psiquiatra; no eres tan cuidadoso protegiendo
el significado, la naturaleza y la dignidad del amor.
El
amor es la expresión de los propios valores, la mayor recompensa que puedes
ganar por las cualidades morales que has logrado en tu carácter y tu persona,
el precio emocional que paga un hombre por la alegría que recibe de las
virtudes de otro. Tu moralidad exige que divorcies tu amor de valores y se lo
pases a cualquier haragán, no en respuesta a lo que vale, sino en respuesta a
su necesidad; no como recompensa,
sino como limosna; no como pago por virtudes, sino como un cheque en blanco por
vicios. Tu moralidad te dice que el propósito del amor es liberarte de las
ataduras de la moralidad, que el amor es superior al juicio moral, que el amor
verdadero trasciende, perdona y sobrevive cualquier forma de maldad en su
objeto, y que cuanto mayor el amor, mayor la depravación que le permite al
amado. Amar a un hombre por sus virtudes es mezquino y humano, te dice; amarle
por sus defectos es divino. Amar a quienes se lo merecen es interés propio;
amar a quienes no se lo merecen es sacrificio. Les debes tu amor a quienes no
lo merecen, y cuanto menos lo merecen, más amor les debes – cuanto más odioso
el objeto, más noble tu amor – cuanto menos meticuloso tu amor, mayor tu virtud
– y si puedes convertir tu alma en un estercolero que acepta de buena gana
cualquier cosa en cualquier condición, si puedes cesar de valorar valores
morales, habrás conseguido el estado de perfección moral.
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Al igual que cualquier otro valor, el amor no es una cantidad
estática a ser dividida, sino una respuesta ilimitada a ser ganada. El amor por
un amigo no es una amenaza al amor por otro, y tampoco lo es el amor por los varios
miembros de la familia de uno, asumiendo que se lo merezcan. En su forma
más exquisita – el amor romántico – no es una cuestión de competir. Si dos
hombres están enamorados de la misma mujer, lo que ella siente por cualquiera
de ellos no está determinado por lo que ella siente por el otro y no es algo
que le esté quitando. Si ella
elige uno de ellos, el "perdedor" no podría haber tenido lo que el
"ganador" ha ganado.
Es
sólo entre personas irracionales, motivadas por la emoción, cuyo amor está
divorciado de cualquier criterio de valor, donde predomina la posibilidad de rivalidades,
de conflictos esporádicos y de elecciones ciegas. Pero
entonces, quienquiera que gane no está ganando mucho. Entre los que se dejan
llevar por la emoción, ni el amor ni ninguna otra emoción tiene ningún sentido.
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Respondamos a la pregunta: "¿Se puede medir el
amor?"
El
concepto de "amor" se forma aislando dos o más ejemplos del proceso
psicológico apropiado, conservando sus características distintivas (una emoción
que procede de evaluar algo que existe como siendo un valor positivo y una
fuente de placer) y omitiendo el propio objeto y las mediciones de la
intensidad del proceso.
El
objeto puede ser una cosa, un acontecimiento, una actividad, una condición o
una persona. La intensidad varía según la propia valoración
del objeto, como, por ejemplo, en el "amor" que uno siente por el helado, o por
fiestas, o por la lectura, o por la libertad, o por la persona con la que uno
se casa. El concepto de "amor" comprende una amplia
gama de valores y, en consecuencia, de intensidades: se extiende desde los
niveles inferiores (designado por la subcategoría "gustar de") a los
niveles superiores (designado por la sub-categoría "tenerle afecto a",
que sólo es aplicablea
personas) al más alto nivel, que incluye el
amor romántico.
Si
uno quiere medir la intensidad de un caso particular de amor, lo ha de hacer
por referencia a la jerarquía de valores de la persona que lo experimenta. Un hombre puede amar a una mujer, pero puede ser que
aprecie las satisfacciones neuróticas de promiscuidad sexual más que el valor
que su mujer representa para él. Otro hombre puede amar a una mujer, pero puede renunciar
a ella, poniendo su miedo a la desaprobación de los demás (de su familia, sus
amigos o extraños al azar) por encima del valor de esa mujer. Y otro hombre puede
arriesgar su vida para salvar a la mujer que ama, porque todos sus otros
valores perderían cualquier sentido sin ella. Las emociones en estos ejemplos no son emociones de la
misma intensidad o tamaño.No
dejes que un místico del tipo James Taggart [personaje de Atlas Shrugged] te diga que el amor no
se puede medir.