Derecho a NADA



Como cada año, cientos de miles de manifestantes en todo el mundo se lanzaron a la calle el 1º de Mayo para proclamar (a veces de forma violenta) sus reivindaciones. Con banderas, pancartas, tambores y gritos, exigen que se les reconozcan sus derechos a un trabajo, a un salario "digno", a subsidios de paro, a la educación de sus hijos, a la asistencia médica, a una morada "decente"... La lista es interminable.

De hecho, los manifestantes no tienen derecho a NADA.

¿Por qué? Porque lo que están demandando son "cosas", o sea: bienes y servicios que no existen libremente en la naturaleza, valores que alguien tiene que producir, sea un puesto de trabajo, una casa, un libro de texto, un plato de comida, o una operación de riñón. ¿De quién lo exigen? De los que producen. ¿Cómo lo justifican? Porque lo "necesitan". ¿Cómo pretenden implementarlo? Por la fuerza.

                 "Si algunos hombres tienen derecho a los productos del trabajo de otros, eso significa que esos otros
                 están despojados de derechos y condenados a trabajos forzados". 

El pertenecer a un grupo específico tampoco le confiere derechos automáticos a nadie. Puedes ser joven, viejo, trabajador, desempleado, jubilado, negro, mestizo, mujer, incapacitado, gay – da igual, no tienes derecho a NADA.

Entonces... ¿no existen los derechos? Por supuesto que existen. Todo ser humano, por el hecho de serlo, los tiene; no derechos otorgados por un ser sobrenatural o por el Estado, sino derechos inherentes en su propia naturaleza, condiciones que el hombre requiere para su supervivencia. Pero no son derechos a "cosas" concretas, son derechos a que te dejen actuar, a que nadie se interponga entre tu mente: cómo crees que debes vivir – y tus acciones: hacer lo que necesites hacer para poder vivir.

                   "El derecho a la propiedad es un derecho a actuar, como todos los demás derechos: no es el
                  derecho a un objeto, sino a la acción y a las consecuencias de producir o ganarse  ese objeto".

El individuo tiene un derecho inalienable a su vida, a su libertad, a su propiedad, y a la búsqueda de su felicidad; tiene el derecho a la búsqueda de su felicidad, a que nadie interfiera cuando él quiera buscar trabajo o producir, a que nadie le imponga por la fuerza dónde o cómo hacerlo, y a quedarse con el producto de su esfuerzo. Pero no tiene el derecho a la felicidad: a que otros le hagan feliz, a que le curen, le alimenten, le eduquen, le sustenten y le protejan.

                   "Ningún abogado de la razón puede alegar el derecho a imponerles sus ideas a otros".

Esta distinción entre el derecho a "cosas" físicas y el derecho a actuar es esencial para entender cómo llegar a una sociedad civilizada, a una sociedad libre basada en el comercio voluntario de sus miembros en beneficio propio, no basada en la coacción y la fuerza.

                   "El aceptar los derechos individuales implica desterrar la fuerza física de las relaciones humanas:                                  básicamente, los derechos pueden ser violados solamente por medio de la fuerza".

Y esa distinción hay que entenderla y aplicarla por principio. Hay que validarla hasta su raíz, hay que basarla en la naturaleza del hombre, en sus necesidades de supervivencia, en sus medios de conocimiento; hay que basarla en la realidad. ¿Y qué pasa si no tenemos clara esa distinción y no la aplicamos por principio? Pues que de hecho estamos ayudando a perpetuar el mal. No hay concesiones en cuestiones de principio. No hay término medio entre la razón y la sinrazón.

Existen hoy en día muchos individuos, instituciones, fundaciones, think-tanks, ONGs, partidos políticos, páginas web, blogs, etc., que declaran estar a favor de la libertad y los derechos individuales, pero que de hecho no lo están. La inercia cultural es tan fuerte que estas organizaciones sucumben a ella; sin principios claros debidamente validados, estas organizaciones acaban aceptando premisas erradas y conclusiones letales, y de esa forma acaban enflaqueciendo la causa misma que teóricamente querían apoyar.

Son, por ejemplo, instituciones que afirman propugnar la libertad, pero que en vez de abogar por la total separación de Estado y economía abogan por el derecho a una educación básica, a una salud básica, a unos medios de vida garantizados por el gobierno – y hacen eso alegando que esas "garantías" mínimas, esos "derechos básicos" son necesarios para la existencia de una sociedad libre. No se dan cuenta de que, al ceder en cuestiones de principio, están destruyendo la posibilidad misma de la libertad. Al decir que, para poder ser libres, unos tienen derecho a "cosas", están infringiendo en la libertad de los otros.

                    "No puede existir tal cosa como el derecho a esclavizar, es decir, el derecho a destruir los derechos".

Una vez que se abandona el principio de que los derechos individuales son derechos a actuar y no a "cosas" específicas, no hay límite a las "cosas" a las que uno tiene derecho. Así, desde ese punto de vista es absolutamente "lógico" y consistente el nuevo derecho que los burócratas europeos se acaban de inventar: el derecho a hacer turismo; no sólo el derecho a tener días de vacaciones pagadas, sino el derecho a viajar a otro país para disfrutar del sol (o de la nieve, según el caso). Y si eres un adolescente, o estás jubilado, o tienes alguna incapacidad, o tienes "dificultades sociales, financieras o personales", puede que tengas incluso "derecho" a llevarte un acompañante. ¿Quién paga todo eso? Bueno, el Estado, claro, que estará justificado en obligarles a otros a pagar para que tu "derecho" pueda ser realizado. Y, si se han aceptado las premisas, ¿quién va a oponerse ahora...? Si tienes derecho a un salario, a una vivienda, a carreteras, hospitales, escuelas, vacaciones pagadas... ¿por qué no a un viaje a Torremolinos o a St. Moritz?

La realidad es absoluta. Los principios son absolutos. O no hay derecho a NADA, o hay derecho a TODO.

                     "La mayor culpa hoy es de la gente que acepta el colectivismo por dejadez e indolencia moral;
                      la gente que quiere protegerse de la necesidad de tomar una posición, negándose a admitir a sí
                      mismos la naturaleza de lo que están aceptando; la gente que apoya planes específicos diseñados
                      para lograr la esclavitud, mientras se esconde detrás de la afirmación vacía de amar la libertad,
                      sin ningún significado concreto ligado a esa palabra; la gente que cree que el contenido de las ideas
                      no necesita ser examinado, que los principios no necesitan ser definidos, y que los hechos pueden
                     ser eliminados siempre que se mantengan los ojos cerrados. Ellos esperan, cuando se encuentren
                     en un mundo de ruinas sangrientas y campos de concentración, poder evadir su responsabilidad
                     moral sollozando: ´¡Pero no era eso lo que yo quería!´."

                                                                                                           # # #

                       Domingo García es economista, y Presidente de Objetivismo Internacional, 
            una Asociación sin ánimo de lucro dedicada a divulgar las ideas de Ayn Rand en países latinos.


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La realidad es absoluta. Los principios son absolutos.
O no hay derecho a NADA, o hay derecho a TODO.
[Todas las citas en el texto abajo son de Ayn Rand]



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