Quienes redactaron la Constitución americana fueron muy conscientes de la necesidad de establecer límites firmes y
específicos a los poderes del gobierno. Cientos de años de monarquía británica,
así como el estudio de fracasos de formas de gobierno
que se remontaban a la antigua Grecia y Roma, moldearon la madurez de su
comprensión en cuanto a los peligros del poder del gobierno.
Estaban convencidos de que, a menos que el gobierno
estuviera limitado a esas pocas funciones que sólo él puede realizar, su poder crecería inexorablemente hasta controlarlo
todo. Tenían razón.
En los recientes debates
que condujeron a la aprobación de Obamacare no se hizo casi ninguna
alusión a la existencia de la Constitución ni a la Declaración de Derechos. Una
excepción fue el alegar tener autorización constitucional, invirtiendo el claro
significado de "promover el bienestar general". La forma típica de esa
inversión fue citar una cláusula mientras se ignoraba el contexto del resto del
documento. Así, se confirmó un "derecho" constitucional inexistente a la
asistencia sanitaria, un "derecho" que destruye los obvios derechos de los médicos a dirigir sus propias consultas,
de los pacientes a tomar sus propias decisiones de
salud y de seguro, y de los individuos a guardar o gastar su propio
dinero.
Otra afirmación frecuente, y la inversión que supone en
su significado e intención, tuvo que ver con el
poder del gobierno de regular el comercio interestatal, es decir, de evitar barreras
internas al comercio. Esa cláusula, interpretada fuera de contexto, le permite
al gobierno controlar prácticamente a cada individuo y decisión de
negocios. Mientras el gobierno les niega a los americanos el comercio interestatal
al prohibirles que compren el seguro de salud en otros estados, Obamacare les
obliga a comprar el seguro obligatorio en sus propios estados.
Las disposiciones del gobierno de promover el bienestar
general y regular el comercio no pueden interpretarse "independientemente de
cualquier otra disposición de esta Constitución", y no sustituyen a la Declaración
de Derechos que modificó la Constitución.
La Constitución le permite al Congreso y al presidente gravar
para obtener ingresos, pero no a utilizar los impuestos para castigar a los ciudadanos.
El poder de castigar le pertenece a los tribunales.
El gobierno no puede propiamente recaudar impuestos de
los ciudadanos como castigo por comprar o dejar
de comprar cigarrillos o alcohol, ni tampoco por dejar de comprar un
seguro de salud. Además, el gobierno no puede cobrar impuestos sobre tus
ingresos ni tus beneficios del seguro (cuando no eres miembro de un sindicato),
si ha de haber igualdad de protección bajo la ley.
Todos los poderes delegados
deben ser interpretados en el contexto de la Constitución y la Declaración de Derechos como un todo. El gobierno no puede
albergar a un soldado en tu casa para asegurarse de que vas a comprar el
seguro (Tercera Enmienda). No puede prohibirte hablar o publicar lo que quieras
simplemente porque no quieres comprar el seguro (Primera Enmienda). No puede
confiscar tu propiedad sin compensación, por no comprar el seguro (Quinta
Enmienda).
El obvio subterfugio de afirmar que a nadie se le obliga
(o sea, se le fuerza) a comprar un seguro porque no es una multa, sino sólo un
impuesto de $750 si no lo hacen, ignora el hecho de que el poder de gravar es
el poder de destruir.
El gobierno federal no puede forzar a los estados a constituir,
financiar y gestionar empresas de seguros. La Declaración de Derechos no le da al
gobierno federal absolutamente ningún poder en cuanto a la asistencia sanitaria
(Décima Enmienda).
Y, lo que es más importante, hay que recordar que la
Constitución y la Declaración de Derechos no fueron escritas y ratificadas por
los estados con el fin de permitirles a los políticos total libertad para controlar todos los aspectos de nuestra vida
cotidiana. Fueron escritas exactamente con el
propósito opuesto: permitir que los americanos fueran libres. Obamacare flagrantemente
viola ese principio.
No se debe permitir que
continúe.
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Richard Ralston es Director Ejecutivo de Americanos por la Libre Elección en Medicina,
Newport Beach, California, USA
Título original: "Constitutional Health Care". Copyright 2010 by Americans for Free Choice in Medicine. Used by permission