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Estamos tratando de conseguir un cambio intelectual en la
cultura que restaurará y revitalizará los cimientos de América, y tal vez nuestra
actividad más importante en este sentido sea poner las novelas de Ayn Rand en manos
de los americanos, y la más vital de sus novelas, que hay que poner en sus
manos es "La Rebelión de Atlas".
Pero, ¿por qué? ¿Por qué
creemos que los cimientos de América necesitan ser restaurados? ¿Y qué es lo que una novela, una obra de ficción,
tiene que ver con todo eso? ¿Y más aún, con el curso de una cultura y el
destino de una nación? Estas son las preguntas que voy a tratar de responder.
Mi enfoque no va a estar en los detalles de la historia de la novela; y voy
a tratar de evitar en lo posible arruinar la trama para aquellos que aún no la han
leído. Mi enfoque va a estar en la importancia
cultural de La Rebelión de Atlas. Para
entender esa importancia cultural, primero tenemos que retroceder unos 230 años
hasta el nacimiento de la nación, y ver lo que la Revolución Americana consiguió
y lo que dejó de conseguir.
Es fácil olvidar lo radicalmente nueva que es la idea de
América. Los Padres Fundadores inventaron una nueva forma de gobierno.
Todas
las anteriores formas de gobierno habían concentrado el poder en las manos del
Estado, a expensas del individuo. La teocracia puso el poder en
manos de sacerdotes y papas que, como voceros de lo sobrenatural, tenían que
ser obedecidos sin cuestionar. La monarquía
puso el poder en manos de un rey o una reina, cuyos súbditos vivían y morían por
sus edictos. La aristocracia
puso el poder en manos de una élite hereditaria que pisoteaba a los miembros de
las clases inferiores. La democracia puso el
poder en manos de la mayoría, que podía hacerle lo que quisiera a la minoría.
En todos estos sistemas, los individuos recalcitrantes fueron
trataron de la misma manera; fueron confrontados con instrumentos de coacción
física – con prisión, tortura, muerte.
Los sacerdotes colocaron a Galileo bajo arresto
domiciliario y quemaron a Bruno en la hoguera. El rey decapitó a Tomás Moro. Los
aristócratas pisotearon a campesinos individuales en masa, a veces para poder
literalmente bañarse en la sangre de los campesinos. La democracia
ateniense ordenó que Sócrates bebiera la cicuta.
A todas estas atrocidades los
Padres Fundadores dijeron "¡Basta!". Idearon un sistema político que
colocaba el poder en manos del individuo, a expensas del Estado. El individuo,
ellos declararon, posee los derechos inalienables a la vida, la libertad, y la
búsqueda de la felicidad. El gobierno no está por encima del individuo, como su amo; el gobierno está por debajo del individuo, como su siervo.
"Para garantizar estos derechos", Jefferson escribió
en la Declaración de Independencia, "gobiernos son instituídos entre los
hombres, derivando sus legítimos poderes del consentimiento de los gobernados". Y si
un gobierno viola los derechos del individuo, "es el derecho del pueblo alterarlo
o abolirlo, e instituir un nuevo gobierno".
En la Declaración, los Padres Fundadores estaban obviamente
declarando independencia de Gran Bretaña, pero más profundamente, estaban
declarando la independencia de sacerdotes y de reyes, de aristócratas y de la
voluntad de la mayoría. Estaban creando un santuario para individuos, para
individuos con mentes sin límite, para los Galileos y los Sócrates del mundo, que
ahora se encontrarían con un destino diferente.
Pero ¿qué motivó a los Padres
Fundadores a adoptar la increíblemente peligrosa medida de crear un país
diferente? ¿Por qué arriesgaron sus vidas, sus fortunas y su sagrado
honor?
La clave para entender la motivación de los Padres
Fundadores es que eran idealistas de este mundo, basados en los hechos. Como estudiantes de la Ilustración, de la Edad de la
Razón en Europa, los Padres Fundadores creían en la perfección del hombre. Si el hombre indefectiblemente
usa su mente racional, y si detenidamente estudia y formula los métodos por los
que, de hecho, los valores humanos y la prosperidad son logrados, entonces, la
perfección, ellos mantenían, aquí en la tierra, es posible para el hombre.
Eso es precisamente lo que los Padres Fundadores hicieron
con respecto al tema del gobierno. Minuciosamente estudiaron las formas y la
historia de los gobiernos a fin de definir un método perfecto de gobernar. El
resultado fue la Constitución de los Estados Unidos, junto con su sistema de controles
y equilibrios, diseñados para evitar la aparición de cualquier poder absoluto.
Para la mayoría de los súbditos británicos, el dominio
británico era bueno; y, comparado con el resto del mundo, lo era. Y era lo suficientemente bueno. Pero, para
los Padres Fundadores, "bueno" no era suficiente. Como idealistas, buscaban la
perfección. Y cuando vieron la posibilidad de actuar, por lo tanto, se
rebelaron, cuando pocos otros hombres lo habrían hecho.
Pero arder con este tipo de idealismo requiere una profunda auto-estima. Requiere un espíritu que quiere ver la perfección
hecha realidad por sí misma y en su propia vida. La verdadera auto-estima
– no del
tipo "somos todos buenos" – es una estima que hay que ganarse, de la
propia alma. Es la convicción de que te mereces
el éxito y la felicidad porque estás continuamente trabajando para
conseguirlos.
Si te
preguntas sobre la imponente estatura de los Padres Fundadores, de hombres como
Washington y Jefferson, esta es la clave: eran los hombres de genuina
auto-estima, hombres que consideraron la perfección de su propia vida, mente,
carácter y felicidad... con la máxima seriedad. Eran pensadores abstractos, y hombres de acción; hombres de gran y creciente erudición,
que eran también abogados, agricultores, editores, empresarios, arquitectos e
inventores.
Este tipo de individuo celosamente protegerá su libertad
– la libertad de seguir su propio criterio, tomar sus propias decisiones, y
disfrutar de los valores y la riqueza que él mismo crea. Para
tal individuo, la cuestión de su propia perfección es una realidad cotidiana, que
no le permitirá a nadie usurpar. Para tal individuo, la idea de que él es algo pecaminoso,
o irracional, o una criatura miserable desesperadamente necesitada de un
superior que le diga lo que tiene que hacer – no es real.
Este
tipo de individuo no permitirá que ningún rey o gobierno dicte sus convicciones
o disponga de su fortuna y su vida. No, por ninguna razón, y en ningún grado.
Para los Padres Fundadores
el lema "vivir libre o morir" tenía un significado real. Sin
libertad, estarían muertos; su modo de
existencia estaría muerto, la implacable e incesante búsqueda de su propia
perfección estaría muerta.Y eso es lo que pensaban.
La Declaración de Independencia fue una declaración de auto-estima.
Pero el logro de los Padres
Fundadores se está erosionando. Se quedarían pasmados del poder que
ahora se está concentrando en manos del gobierno americano a expensas del
individuo.
¿Puedes imaginarte a Jefferson sometiéndose a los
inspectores de la construcción, quienes decidirían si Monticello pasa el código?
¿O suplicando ante
funcionarios del FDA [Food and Drug
Administration, "Departamento de Drogas y Alimentos"] para consumir una
droga experimental, que según su criterio
científico, es beneficiosa? ¿O permitiendo que los administradores de la
Seguridad Social dictasen cuánto tiene que ahorrar para su jubilación y dónde
tiene que invertirlo? ¿O pacientemente observando cómo el recaudador de impuestos coge
su dinero y lo tira en los vertederos de ayuda a África?
¿Te lo imaginas postrándose
ante la FCC [Federal Communications Commission, Comisión Federal de Comunicaciones] que determinará si el
contenido de lo que transmite es obsceno? ¿Te imaginas a Thomas
Jefferson pidiéndole perrmiso al gobierno para fumar un cigarrillo en un
restaurante, comer espinacas irradiadas, enroscar una bombilla incandescente, o
comprar una patata frita trans-grasienta?
Y sin embargo, hasta hoy, los americanos no tienen la auto-estima
para protestar contra estas usurpaciones de su juicio, su elección, su libertad.