12 Hombres sin Piedad
Crítica original de
Editada, traducida y publicada con permiso del autor. Prohibida la reproducción


El que un comité decida cualquier
asunto ya es problemático, y más si es un asunto de vida o muerte para un
hombre.
En la fascinante novela de Ayn
Rand, El Manantial, la integridad
creativa de un gran arquitecto, Howard Roark, es constantemente atacada y
socavada por comités. Como le explica a un amigo:
"Eso es lo que siempre me ha detenido al enfrentar un comité. Hombres sin ego. Opiniones sin un proceso
racional. Movimiento sin frenos ni motor. Poder sin responsabilidad. Quien vive como parásito – de "segunda
mano" – actúa, pero el origen de sus acciones está esparcido por todas las
demás personas vivientes. Está en todas partes y en
ninguna, y no puedes razonar con él. No se atiene a la razón. No puedes hablar con él – no puede
oír. Estás siendo juzgado por un estrado
vacío. Una masa ciega corriendo
furiosamente, que te aplasta sin sentido ni propósito ... ".
En "12 hombres sin piedad",
un joven que ni aparece en la película está siendo juzgado por un comité – un comité
constituído en su mayoría por hombres de "segunda mano". Un hombre de "segunda mano" es
aquel que no está interesado en los hechos, alguien que sólo está preocupado por
lo que piensen los demás. En vez de preguntar si una cosa
es verdadera o falsa, se pregunta si los demás piensan que es verdadera o
falsa, y formula sus opiniones de acuerdo con ello. La justicia le da igual, y lo
que hace es sustituirla por el consenso del grupo. Dadas las variadas
personalidades y contextos de los miembros del jurado en "12 hombres sin
piedad", la probabilidad de que el acusado se salve es mínima.
El guionista Reginald Rose crea
y construye una tensión excepcional en su historia usando el método de presentar
sólo una escena primaria – una hora y media ininterrumpida dentro de la sala del
jurado. El público se siente como si
estuviera allí mismo, y, curiosamente, casi todos los que ven la película ven
cambiar sus propias opiniones sobre la inocencia o culpabilidad del acusado.
Como hacen
casi todos los jurados, estos 12 hombres toman un voto inicial. Los 12 votos – unanimidad – son necesarios para condenar o absolver. Increíblemente, sólo el jurado número
8 vota por la absolución. Sin ninguna discusión sobre la
evidencia, 11 hombres estaban dispuestos a enviar a un joven a su muerte.
Al principio, los 11 hombres están
seguros de su decisión. Tienen un testigo ocular, una
coartada fallida, y un cuchillo poco común que ha sido usado como arma –
"un cuchillo muy poco común", le dice burlón uno de los jurados al
número 8, mientras lo clava en la mesa de la sala, "y yo digo que tal coincidencia (que otro
hombre con un cuchillo similar haya
cometido el crimen) no es posible". Dramáticamente, el destino del acusado da
un giro de 180 grados cuando el jurado número 8 saca un cuchillo idéntico de su
bolsillo y lo clava al lado del arma homicida.
Los de "segunda mano", los que se
habían apoyado en las emociones de otros y no en los hechos, poco a poco van
viendo cómo su supuesta evidencia comienza a deshilvanarse. Se dan cuenta que, en efecto, el
testigo ocular no llevaba gafas la noche del crimen, y que la coartada fallida
no es tan fallida como pensaban. La preocupación por dejar a un culpable
en libertad de pronto se convierte en preocupación por no encarcelar a un
inocente. Uno a uno, los prejuicios
personales de los miembros del jurado van desapareciendo.
El jurado número 3 es un racista
que habla de "esta gentuza...", refiriéndose al color de la piel del
joven. El jurado número 7 simplemente está con prisa por llegar a un partido
de béisbol; vota "culpable" demasiado
pronto, y en seguida vota "no culpable" demasiado pronto. Pero el grupo está adquiriendo
cada vez un mayor sentido de la justicia basada en los hechos – la justicia de
primera mano – y el carácter moral del jurado número 8 no deja que nadie se
salga con la suya.
Al
final, gracias a ese brillante sentido de justicia de "primera mano" del jurado
número 8, el joven acusado es declarado inocente y liberado.
Hay muchas formas de juzgar
a un hombre y sus acciones, pero "12 hombres sin piedad" es un excelente
ejemplo del tipo de justicia que Ayn Rand identificó como una virtud moral: "...debes juzgar a todos los hombres tan conscientemente
como juzgas a objetos inanimados, con el mismo respeto por la verdad, con la
misma incorruptible visión, a través de un proceso de identificación igual de
puro y racional...".
Esperemos que si uno de nosotros
es juzgado alguna vez por otros hombres – sobre todo si es nuestra
vida lo que está en juego –, que esos hombres posean el mismo incorruptible respeto por la verdad que este
jurado finalmente descubre.
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Te acaban de dar el poder, el deber y la responsabilidad de decidir si otro hombre vivirá o morirá. Eres un miembro del jurado. El juicio es por asesinato, y si el acusado es hallado culpable, será ejecutado.
O puedes mirarlo de otra manera. Tú eres el acusado, has sido erróneamente acusado y ahora tu vida está en manos de otros hombres, de extraños cuyos criterios morales y virtudes totalmente desconoces. Después de ver la brillante película "12 hombres sin piedad" ("12 Angry Men", 1957), desearás fervientemente que un hombre como "el miembro del jurado número 8" (interpretado por Henry Fonda) forme parte del tribunal.